viernes, 10 de abril de 2020

Pregunta: técnica, tecnología y personas


¿Son las necesidades de la sociedad o las del mercado las que motorizan el desarrollo tecnológico?


      Desde los orígenes de la humanidad, el ser humano se ha vinculado con el medio que lo rodea, tratando de satisfacer sus necesidades, obteniendo de la naturaleza aquello que le permitiera subsistir. Los actos que le dieron acceso a los objetos fueron sistematizándose en técnicas; diversas técnicas que se fueron imbricando en las actividades humanas,  las que también fueron originadas para usar e intervenir tales objetos. En esta dirección, este podría ser un claro argumento para determinar que las necesidades sociales son quienes impulsan el desarrollo tecnológico. Sin embargo, como lo menciona Puentes (2011), hay perspectivas tradicionales que le otorgan a la tecnología un carácter autónomo, que sigue sus propias leyes, con el atributo de condicionar el cambio y la estructura sociales. Esto pondría entonces, en segundo plano las necesidades del ser humano, para atribuirle un carácter inexorable al desarrollo tecnológico.

La fuente más importante de cambios sociales, a lo largo de la historia, son las innovaciones tecnológicas. Ciertas tecnologías acaban afectando, según este punto de vista, a todos los ámbitos sociales: las instituciones, las formas de interacción, el imaginario cultural e, incluso, las cosmovisiones.
(Puentes, 2002, p.3)

      Entonces, todos los ámbitos sociales están atravesados por la tecnología, y como lo explican Thomas Buch, Hernán, Fressoli y Lalouf (2008):

La existencia del hombre y de la mujer en la Tierra (y en el espacio exterior, ¡claro!) es impensable sin tecnologías. Haga usted un ejercicio mental. ¿Cuál de las actividades que realiza cotidianamente es posible sin recurrir al uso de alguna tecnología?, ¿despertarse?, ¿bañarse?, ¿desayunar café, jugo y medialunas?, ¿viajar a su trabajo?, ¿su trabajo?, ¿o, tal vez, ir al cine o al teatro? (p.1)

      Todos los actos mencionados anteriormente están atravesados también por otro factor: el mercado. Despertarse requiere de un despertador, bañarse de una grifería y una empresa que nos provea el agua, para desayunar necesitamos alimentos, etc. Por lo que el mercado necesita satisfacer este conjunto de actividades, exigiendo una fuerte presencia tecnológica. Desde esta perspectiva, podríamos pensar entonces que son las necesidades del mercado las que motorizan el desarrollo tecnológico. Lo que no deja de estar a simple vista, es la relación estrecha que existe entre sociedad, tecnología y mercado, ya que el uno satisface las necesidades y demandas de los otros. Quien brinda una perspectiva que puede dar indicios de esta relación, es el autor Pinch (1997):

“La tecnología forma parte de un tejido sin costuras de la sociedad, la política y la economía. Por ello, el desarrollo de un artefacto tecnológico, como una lámpara incandescente de alta resistencia, no es simplemente un logro técnico; inmerso en él se encuentran las consideraciones sociales, políticas y económicas.”

      De este modo, y tomando como referencia los estudios tecnológicos que menciona  Puentes (2011), se puede observar un esquema en el que tanto sociedad, como tecnología, se encuentran en una relación simétrica y compleja, y que ni el mercado, ni la sociedad pueden determinar de forma independiente y aislada el desarrollo tecnológico.

Bibliografía:


● Thomas. H. y Buch, A. (coord.) (2008) Hernán T.; Fressoli, M. y Lalouf, A. Introducción en Actos, actores y artefactos. Sociología de la tecnología. Bernal: UNQ. Extracto, páginas 9-13. (2020-Intro-Actos-actores-y-artefactos.pdf)
● Aibar Puentes, E. (2001) Fatalismo y tecnología: ¿es autónomo el desarrollo tecnológico?. UOC. (2020-Fatalismo_y_tecnologia-Aibar.pdf)

sábado, 21 de marzo de 2020


"Reflexiones Guía Didáctica 0"


Diálogo con Burbules, N. (2008). Riesgos y promesas de las TIC en la educación. ¿Qué hemos aprendido en estos últimos diez años?
         Estamos en los inicios del ciclo lectivo 20-20 y me toca estar a cargo de sexto y séptimo grado. En esta primera etapa, es parte de la rutina anual reunirse con las familias de los alumnos y alumnas. Allí, cuento cómo voy a trabajar durante el ciclo y cuáles serían los ejes a abordar. Planteé que, además de los contenidos curriculares, mi propuesta sería trabajar redes sociales, enfocándonos en el uso responsable y a la vez, en el uso productivo de las mismas. Acordando con esta propuesta, el papá de una alumna, agregó que además deberíamos concientizar a los chicos y chicas en no usar el celular en la escuela, ya que es un distractor. Y en este aspecto es que quiero citar a Burbules, quien hace, para mí, un pertinente análisis de la no prohibición de las herramientas tecnológicas actuales en las aulas, sino de enseñar cómo y para qué usarlas en el ámbito escolar. Hoy es más probable que un chico o chica de 12 años tenga un celular a que tenga una computadora, de hecho,  muchas escuelas tampoco cuentan con ese recurso. Entonces, pensando en lo que Burbules (2007)  plantea acerca del posible uso clandestino como consecuencia de la prohibición, habilitar el celular en clases, posibilitaría además, que toda esa energía contenida para el uso de las redes, posclase, se pueda sublimar hacia el objeto cultural (el saber). Como bien advierte el autor, es necesario tomar conciencia sobre las consecuencias, “ellos utilizan la tecnología, una vez más, de una manera que no es la que se pretendía, sino que la adecuan a sus propósitos” (Burbules 2007). Sin embargo, si centramos parte de nuestras prácticas a promover “propósitos” significativos y orientados hacia la producción de contenidos funcionales para ellos y ellas, las consecuencias podrían navegar en un margen positivo. Este sería uno de los desafíos de la escuela de hoy, tomar las necesidades que los niños y niñas manifiestan y convertirlas en propósitos, y que uno de los significados de la ubicuidad tecnológica, sea la resignificación de esas necesidades.
  
        Podría pensar que, tanto muchas familias, como muchas escuelas, concentran sus energías en ver el vaso medio vacío: sostienen que el acceso a las redes por parte de los niños y niñas, es riesgoso y trae consecuencias. Pero es mucho más riesgosa la “comodidad” de no enfrentar “consecuencias”, que ampliar las posibilidades de aprender a visibilizar y sortear los peligros de la red.  Burbules (2007) afirma: “Y es cierto que hay peligros en internet, en un espectro que abarca desde el peligro de perder el tiempo hasta el peligro de la desinformación y el peligro de tropezarse con adultos codiciosos que intentan sacar ventaja de los jóvenes…Pero si el propósito de las escuelas es contribuir a que los jóvenes sean menos vulnerables a estos peligros, el objetivo sería aprender a reconocerlos y evitarlos” (p.38).  

        Es necesario problematizar también, la resistencia de las y los docentes ante las TIC, ya que a veces les es mucho más económico responsabilizar al “riesgo” que tener que capacitarse en TIC y/o incorporar a las planificaciones recursos tecnológicos.  Pero esto es agua para otro chocolate, porque, en defensa de ellos y ellas (nosotres, les docentes), la autoestima (por la desvalorización de la profesión) solo alcanza para dar lo mejor con lo poco que hay.
                                                                                                                                                                   M. Matías Gaspar